Durante años, la seguridad en plantas corrugadoras se basó en reaccionar frente a incidentes. Hoy, ese enfoque ha sido reemplazado por una visión más sofisticada y preventiva: anticiparse antes que corregir.
Sensores térmicos, cámaras inteligentes, alertas en tiempo real y visión artificial en zonas críticas conforman un nuevo lenguaje de protección. Estos sistemas no solo previenen accidentes: generan datos que, analizados estratégicamente, permiten rediseñar procesos, prever fallas y optimizar el entorno operativo. En este nuevo paradigma, la seguridad no es un freno: es un motor de eficiencia.
La automatización ya no se limita a la productividad. Robots paletizadores, apiladoras automáticas y sistemas autónomos de alimentación aceleran procesos mientras reducen sobreesfuerzos, fatiga y exposición a riesgos.
El mantenimiento predictivo y la actualización de maquinaria con sistemas enclavados permiten anticiparse a fallas y evitar paradas abruptas que podrían poner en peligro a los operarios.
Fernando López, Gerente de Planta de Cartonera Nacional S.A., lo confirma desde su experiencia:
“Los riesgos más críticos hoy son los atrapamientos mecánicos, la exposición al ruido y calor, los sobreesfuerzos físicos y el contacto con sustancias químicas, sin dejar de lado la posibilidad de incendio o explosión por acumulación de papel y polvo”.
Entre las soluciones implementadas por la compañía se destacan plataformas digitales de gestión en SST, robots paletizadores, maquinaria con enclaves de seguridad y metodologías de análisis biomecánico como Kinebot.
En Costa Rica, la experiencia de Jorge Armando Castro Mora, Encargado de Salud y Seguridad Ocupacional en Empaques Santa Ana S.A., aporta una mirada complementaria sobre los retos y avances en este campo.
Desde su experiencia, identifica como uno de los principales riesgos los mecánicos, debido a la robustez de los corrugadores y sus múltiples partes móviles: rodillos, engranajes y cuchillas. Estos pueden causar atrapamientos, heridas o cortes, a lo que se suman la manipulación de cargas, movimientos repetitivos, ruido y altas temperaturas.
“Nuestra empresa cuenta hoy con un corrugador moderno, equipado con sistemas de bloqueo y protecciones que han reducido considerablemente la exposición a riesgos. Esto permite una operación más ágil y menos dependiente de la intervención humana, con más foco en la prevención de accidentes y en construir una cultura sólida de seguridad”, explica.
Para Castro, la clave está en que las mejoras tecnológicas se integren sin frenar la operación:
“La seguridad, la calidad y la producción deben complementarse. Es posible fabricar cuidando a nuestro talento humano, ofreciendo el mejor producto y cumpliendo con los tiempos establecidos”.
La capacitación, asegura, es el pilar de toda estrategia:
“De nada sirve invertir en tecnología si no contamos con colaboradores con los hábitos adecuados. La formación continua refuerza prácticas seguras, instruye sobre el uso de la maquinaria y convierte la seguridad en una responsabilidad compartida”.
Mirando hacia el futuro, destaca que los principales retos para el sector pasan por integrar soluciones digitales y análisis de datos para anticipar riesgos, invertir en mejores condiciones de seguridad en planta y consolidar la cultura de prevención como un valor esencial, no como una obligación.
La ergonomía se ha vuelto eje fundamental. Plataformas elevables, controles accesibles y estaciones de trabajo optimizadas reducen lesiones por movimientos repetitivos o posturas forzadas. Incluso, algunas plantas ya ensayan el uso de exoesqueletos en tareas específicas.
Pero el cambio más profundo es cultural: la prevención está dejando de ser vista como una imposición normativa para convertirse en un valor compartido, como subraya Castro:
“La seguridad no debe asumirse solo como un requisito legal, sino como una condición que nos permite disfrutar del fruto de nuestro trabajo junto a nuestras familias, protegiendo nuestra vida”.
Las soluciones más avanzadas dependen del factor humano. Por eso, la formación técnica continua se ha convertido en una política estratégica en distintas empresas de la región.
En Cartonera Nacional, por ejemplo, se impulsa un campus virtual corporativo con contenidos sobre seguridad, calidad, inocuidad, medio ambiente y producción. Mientras que en Empaques Santa Ana, la capacitación presencial y práctica refuerza los hábitos seguros, la importancia del autocuidado y el valor de cada persona dentro del proceso.
La evidencia es clara: una planta segura es más eficiente, más confiable y más humana. Apostar por tecnologías que reduzcan riesgos, formación que empodere al equipo y una cultura que ponga a las personas en el centro asegura sostenibilidad y competitividad.
Como resume Jorge Armando Castro:
“La incorporación de soluciones tecnológicas y digitales, sumada a la capacitación continua, no solo previene accidentes: también construye empresas más sólidas, donde la seguridad se convierte en motor de productividad y bienestar”.
En definitiva, la seguridad industrial en la industria del cartón corrugado dejó de ser un costo o una obligación externa. Hoy, es un activo estratégico que protege vidas, mejora procesos y asegura la sostenibilidad del negocio.