Durante décadas, el cartón corrugado fue visto como un recurso técnico: eficiente, resistente, funcional. Pero hoy, esa visión se amplía. Porque si algo ha demostrado este material es que puede hacer mucho más que proteger productos o facilitar la logística. El cartón también puede emocionar, educar, incluir, conectar. Desde una caja que transporta frutas hasta un diseño que arranca sonrisas, su versatilidad lo convierte en uno de los grandes protagonistas del desarrollo sostenible.
El diseñador británico Samuel Wilde lo entendió cuando, en un gesto cotidiano, convirtió una caja de mudanza en un barco para su hija. Ese simple acto no solo dio origen a un juguete; también reveló el verdadero potencial del cartón: transformarse en lo que se necesite, sin perder su esencia. Desde entonces, Wilde ha creado escenarios, juegos, instalaciones y piezas premiadas, todas elaboradas con cartón reciclado. Y en cada proyecto, reafirma una idea poderosa: el cartón no es un desecho, es una invitación.
Una invitación a repensar la sostenibilidad, no como límite, sino como oportunidad. A imaginar empaques que, además de funcionales, sean bellos. A diseñar soluciones que, además de optimizar recursos, inspiren a las personas. “Sostenibilidad también es estado mental”, afirma Wilde. “Y el cartón te permite hacer más, no menos”.
Hoy, el cartón corrugado es pieza clave en múltiples industrias: resguarda dispositivos médicos, garantiza la frescura de los alimentos, facilita el comercio electrónico, mejora la eficiencia logística. Pero también es capaz de abrir mundos: en una sala de teatro, en una escuela, en las manos de un niño. Es modular, liviano, accesible. Se adapta, se desarma, se reinventa. Y, sobre todo, se recicla.
Ese carácter regenerativo, combinado con su potencial creativo, convierte al cartón en un aliado estratégico para una economía más circular y humana. Wilde lo utiliza como herramienta de inclusión: sus piezas invitan al juego, al descubrimiento, al diseño colaborativo. “Diseño para que la gente diga: ‘yo también puedo hacer eso’”, resume. Y esa democratización del diseño —ese gesto de acercar lo técnico a lo cotidiano— es quizás uno de los mayores aportes del cartón como material.
En un momento en que el mundo busca soluciones sostenibles que no comprometan la calidad ni la experiencia, el cartón ofrece una respuesta simple y poderosa. No se trata solo de reducir el impacto ambiental, sino de multiplicar el impacto positivo. Porque cada caja puede ser más que un contenedor: puede ser un puente, una historia, una posibilidad.
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