La industria del papel y empaques en América Latina atraviesa un entorno comercial redefinido por las tensiones entre Estados Unidos y China. Lo que antes era un sistema estable se ha transformado en un tablero estratégico donde exportaciones, inversiones y diferenciación cambian constantemente.
México y el Caribe ocupan un lugar clave. México ha ganado protagonismo con el nearshoring hacia EE. UU., pero enfrenta una doble presión: la desaceleración económica estadounidense reduce la demanda de empaques, mientras que las cartulinas vírgenes chinas mantienen precios competitivos pese a los aranceles. Esto genera un mercado de negociación táctica con contratos cortos y compras spot. En el Caribe, los volúmenes son menores, pero la dependencia de importaciones y la obligación de cumplir estándares internacionales imponen retos similares, con menos margen de maniobra.
La lección es clara: depender de un solo mercado expone a volatilidad. Las estrategias más efectivas son disciplinadas y graduales, con diversificación de destinos y credibilidad basada en estándares ambientales, sociales y de trazabilidad. En este contexto, la diferenciación ya no se limita al precio: confiabilidad logística, entregas rápidas y desempeño técnico en impresión y conversión se vuelven ventajas competitivas.
Las inversiones deben enfocarse en eficiencia operativa: optimización energética, mejoras de calidad e integración de procesos que otorguen flexibilidad frente a la incertidumbre. Para 2026, México, Centroamérica y el Caribe seguirán limitados por su dependencia de fibras y papeles vírgenes importados de EE. UU. y Brasil, en un mercado donde China presiona con costos bajos y exigencias distintas de trazabilidad.
El tablero regional ha cambiado. La adaptación, la disciplina y la diferenciación más allá del precio serán determinantes para sostener márgenes, acceder a mercados y consolidar posiciones en una industria de demanda estable, pero reglas cada vez más impredecibles.