Durante décadas, el cartón corrugado fue sinónimo de eficiencia, protección y logística. Sin embargo, en los últimos años, su presencia ha comenzado a resignificarse dentro del universo de empaques. Hoy, marcas y diseñadores lo entienden no solo como un material técnico, sino como un vehículo para generar conexión emocional con el consumidor.
El fenómeno del packaging emocional redefine las reglas del juego: ya no se trata únicamente de envolver un producto, sino de crear un momento, una historia, un vínculo. Esta nueva narrativa visual y sensorial ha encontrado en el cartón corrugado un aliado inesperado.
Marina Sanjuán, diseñadora española con más de 30 años de trayectoria en branding y packaging emocional, lo resume con una poderosa metáfora:
“El packaging es un ‘portero silencioso’ que decide si el producto merece atención. La primera impresión no se limita a lo estético: el diseño activa un juicio inmediato sobre calidad, confianza y afinidad con los valores de la marca. La emoción es la chispa que convierte esa percepción en recuerdo. Y en un mercado saturado, no basta con ser visto: hay que ser sentido”.
El cartón corrugado posee un lenguaje sensorial propio que activa respuestas emocionales:
“Son microdetalles que, en conjunto, construyen una experiencia de marca más emocional que racional”, explica Sanjuán.
Ignasi Vich, presidente de Veredictas Internacional, añade que este material posee cualidades visuales, táctiles y estructurales únicas. “El cartón corrugado tiene un color natural y una forma muy reconocible que asociamos a lo reciclable y no contaminante. Más allá de sus magníficas prestaciones técnicas, transmite un aspecto ecoamigable y auténtico a cualquier empaque”.
El contexto cultural también juega un papel determinante. Según Sanjuán, los consumidores latinoamericanos valoran más la emoción y la expresividad que el minimalismo:
“En Latinoamérica la emoción pesa mucho más que la frialdad minimalista que a veces domina en Europa. Hay una fuerte preferencia por lo colorido y lo simbólico. Un cartón corrugado puede transformarse en un lienzo para contar historias locales, desde referencias gráficas a la naturaleza hasta patrones artesanales que evoquen comunidad y pertenencia”.
Además, añade que la sostenibilidad se percibe como un valor aspiracional: un empaque sencillo, honesto y reciclable no solo transmite responsabilidad, sino modernidad.
Vich coincide en que lo “eco” hoy no es pasajero, sino tendencia con propósito: “Los nuevos valores sociales, ligados al respeto ambiental, hacen que el cartón sea cada vez más utilizado como recurso visual. No es una moda vacía: si lo eco está de moda, ¡mejor!”
Para Sanjuán, contar una historia a través del empaque es decisivo:
“Sin relato, el empaque se queda en un contenedor; con él, se convierte en un vehículo de marca. Una caja puede hablar del origen del producto, de la filosofía de la empresa o de su visión de sostenibilidad. En algunos casos, incluso se convierte en objeto de recuerdo o reutilización, prolongando la experiencia más allá del consumo”.
Desde su experiencia, Vich recuerda un caso de interiorismo donde se construyó un esqueleto de dinosaurio en cartón: “Ese proyecto demuestra la versatilidad del material y su capacidad de sorprender emocionalmente más allá del empaque tradicional”.
La diseñadora destaca que las empresas cartoneras tienen ante sí una oportunidad estratégica de ir más allá de la funcionalidad:
“La competencia hoy no está en fabricar cajas, sino en fabricar experiencias. La funcionalidad se da por hecha; la emoción, en cambio, es el factor imposible de copiar”, concluye.
Vich, por su parte, subraya el rol de la colaboración internacional: “América Latina tiene la tecnología y el know-how para producir diseños innovadores. Contactar con empresas que ya han desarrollado soluciones puede abrir un camino de crecimiento, no solo en empaques sino también en decoración, mobiliario efímero y logística”.
El packaging emocional con cartón corrugado no es una tendencia pasajera, sino una evolución natural en un mercado donde los consumidores esperan coherencia, autenticidad y propósito. Una simple caja, bien diseñada, puede convertirse en un relato de marca, en un recuerdo duradero o en una prueba tangible de compromiso con la sostenibilidad.
En un sector que busca diferenciarse más allá del precio y la eficiencia, la verdadera ventaja está en diseñar empaques que conecten con la mente y el corazón del consumidor. Y allí, el cartón corrugado demuestra que, aun en su aparente sencillez, tiene la capacidad de convertirse en el mejor embajador de una marca.