Formación técnica: la clave silenciosa de la eficiencia industrial
Invertir en capacitación es invertir en calidad, productividad y sostenibilidad a largo plazo

En la industria del cartón corrugado, donde la precisión, la calidad y la eficiencia definen la competitividad, hay un factor que suele permanecer fuera del foco inmediato pero que resulta determinante: la formación técnica del personal de planta. Es esa “clave silenciosa” que sostiene las operaciones día a día, con impacto directo en los resultados.
Jesús Pérez Osma, consultor internacional y director de JP Osma Consultoría y Formación, lo resume con claridad: “La capacitación permite que los operarios comprendan a fondo los procesos, maquinaria y materiales que manejan. Esto se traduce en menos errores, más eficiencia y una mejor adaptación a nuevas tecnologías”.
Capacitar para competir
Desde la onduladora hasta las troqueladoras, pasando por el control de calidad y la automatización, son múltiples las áreas que requieren actualización constante. “No se trata solo de manejar una máquina”, enfatiza Osma. “Se trata de comprender el proceso completo, tomar decisiones informadas y trabajar alineados hacia un objetivo común: poner en el mercado cajas de cartón confiables, eficientes y competitivas”.
En una experiencia reciente, la capacitación en ajuste de máquinas de impresión permitió reducir en un 30% los errores visuales y los rechazos, mientras que el mantenimiento no programado disminuyó en un 20%. El resultado fue una mejora tangible en productividad, percepción del cliente y puntualidad de las entregas. Casos como este muestran que la inversión en talento humano genera beneficios operativos medibles.
Una estrategia integral y transversal
Pero no basta con cursos aislados. Osma aboga por programas escalables y modulables, adaptados a cada perfil dentro de la planta, desde el personal técnico hasta quienes trabajan en limpieza o administración. “Todos hacen cartón corrugado”, recuerda. “Y todos deben entender el valor de lo que hacen”.
Para fortalecer esta cultura de formación, propone una hoja de ruta concreta: diagnóstico de necesidades, uso de metodologías hands-on, incorporación de tecnologías digitales, medición de impacto y, sobre todo, compromiso del liderazgo. Porque cuando la capacitación se convierte en parte de la cultura, no solo mejora la eficiencia: también se fortalece el sentido de pertenencia y se asegura la continuidad del conocimiento en las nuevas generaciones.
En un entorno donde la innovación y la sostenibilidad son imperativos, la formación técnica deja de ser un complemento y se convierte en un pilar estratégico. Y aunque no siempre se vea en los titulares, es como bien dice Osma una inversión que se nota en cada caja bien hecha que sale de la planta.
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